Cuando la Navidad vuelve a tener sentido: una palabra de fe y esperanza para Villaguay
En tiempos de incertidumbre y cansancio social, los párrocos de Villaguay invitan a detenerse, mirar el pesebre y volver a lo esencial: un Dios que se hace cercano, que no abandona y que sigue llamando al corazón de su pueblo.
Villaguay llega una vez más a la Navidad atravesada por realidades complejas.
Familias cansadas, corazones heridos, incertidumbres que pesan y una
sensación, muchas veces silenciosa, de andar sin rumbo. En medio de este
escenario, la palabra de la Iglesia vuelve a alzarse no como un discurso lejano,
sino como una voz cercana que busca tocar lo más profundo de la vida
cotidiana de la comunidad.
“Estamos a las puertas de la Navidad”, expresó el padre Marcelo Bravo,
párroco de Santa Rosa de Lima, en comunicación con El Pueblo, recordando
que este tiempo no es simplemente una fecha en el calendario, sino una
oportunidad concreta para volver a empezar.
El Adviento, explicó, ha sido un camino de preparación interior, un llamado a
detenerse y a mirar hacia adentro, a “acomodar, arreglar y enderezar lo
desviado, lo torcido, aquello que incomoda nuestras vidas”, para poder recibir a
Jesús con el corazón verdaderamente dispuesto.
Cada Navidad —señaló— es revivir aquel acontecimiento único en el que Dios
decidió hacerse pequeño, frágil y cercano. Un Dios que no irrumpe con poder ni
con fuerza, sino que se manifiesta en la debilidad de un niño, en la humanidad
de la carne, para redimir y salvar al mundo. Por eso, el sacerdote invitó a no
vaciar la Navidad de sentido, sino a vivirla como lo que realmente es: la fiesta
del encuentro.
Encuentro con Dios, encuentro con Jesús, encuentro que se hace real y vivo en
la Eucaristía, pero también encuentro en la vida cotidiana, en la familia, en el
hermano que sufre, en el vecino que espera una palabra o un gesto. “Que
nuestra vida gire en torno a la pequeñez de Dios”, expresó, recordando que
ese Niño que nace en un pesebre se hace pequeño para llegar a lo más
profundo del corazón humano.
En un mundo marcado por guerras, violencia, desorden y tanto dolor, el padre
Marcelo llamó a no caer en la comodidad ni en la indiferencia. Invitó a vivir la
esperanza activa, esa que no se queda quieta, sino que se transforma en
compromiso. Ser portadores de esperanza, mensajeros del amor de Dios para
tantos hermanos que atraviesan momentos difíciles, incluso dentro de las
propias familias. “Con Jesús todo es posible”, afirmó, alentando a no perder
nunca la fe.
El mensaje encuentra eco en las palabras del padre Fabián Minigutti, párroco
de Inmaculada Concepción, quien, en comunicación con El Pueblo, invitó a
dirigir la mirada —pero sobre todo el corazón— al pesebre de Belén. Allí, dijo,
“se revela un Dios que sale al encuentro del hombre, que se hace cercano y
que por amor comparte la vida y la historia con su pueblo. Un amor que se
transforma en alegría, en esperanza y en perdón”. Por eso, “estos días son una
invitación a volver a lo esencial: compartir en familia, perdonarse, estar cerca,
reencontrarse desde la fe. Vivir la Navidad no como una huida de los
problemas, sino como un tiempo de sanación, de reconstrucción de los
vínculos y de fortalecimiento espiritual”.
Ambos sacerdotes coinciden en una certeza que atraviesa sus mensajes: nadie
está verdaderamente solo. Incluso en la soledad, en la tristeza o en la
incertidumbre, Dios sigue estando presente para quien le abre el corazón. La
Navidad vuelve a recordarlo con fuerza: Dios nace una y otra vez allí donde
hay un corazón dispuesto a recibirlo.
Porque la Navidad no llega con ruido de pirotecnia ni con promesas fáciles.
Llega en silencio, como aquella primera vez, en la fragilidad de un niño y la
humildad de un pesebre.
Llega para recordarle a Villaguay —y a cada uno de sus habitantes— que, aun
en medio del cansancio, del dolor y de las búsquedas sin respuesta, Dios sigue
saliendo a nuestro encuentro, como cada mañana lo hace el sol, que da vida,
renueva la esperanza y sigue acompañando a la humanidad desde tiempos
inmemoriales recordándonos que no todo está perdido.
Siempre es posible volver a empezar. Y cuando el corazón se anima a decir,
como María, “hágase en mí según tu palabra”, la esperanza vuelve a nacer, la
fe se enciende y la paz comienza, despacio pero firme, a abrirse camino entre
nosotros, iluminando cada rincón del alma y cada hogar de nuestra comunidad.
Feliz Navidad…

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